Altas tasas de informalidad, inflación persistente, cambios en la demanda laboral y una economía estancada alimentan la percepción de un mercado de trabajo cada vez más difícil de acceder. ¿Qué tan cierta es esa sensación y qué hay detrás de esta realidad compleja?
Un mercado que cambia de forma, más que de tamaño
Durante el último trimestre de 2024, la tasa de desempleo en Argentina fue del 6,4%, una cifra que, si bien representa un aumento respecto al mismo período de 2023 (5,7%), sigue siendo baja en términos históricos: en la última década, el promedio superó el 8%. Esto, en un contexto de recesión económica, podría parecer una señal positiva. Sin embargo, los datos desagregados muestran una realidad más compleja.
Por ejemplo, en los últimos meses se perdieron 200 mil puestos de trabajo asalariados registrados, mientras que los asalariados no registrados se mantuvieron prácticamente estables. El único segmento en crecimiento fue el de los trabajadores por cuenta propia, que sumaron 300 mil nuevos ocupados. En términos netos, el empleo creció en 100 mil personas, pero a costa de un avance del cuentapropismo, una modalidad que suele estar asociada a menor estabilidad y cobertura social.
Al mismo tiempo, el desempleo también aumentó: se incorporaron 150 mil personas al grupo de quienes están buscando trabajo y no lo encuentran. Esto sugiere que más personas salieron a buscar empleo, probablemente empujadas por la caída del poder adquisitivo o la pérdida de otras fuentes de ingresos.
Fuente: LP CONSULTING en base a INDEC
Percepción de escasez: ¿subjetiva o reflejo de precarización?
Entonces, si el desempleo no está en niveles alarmantes, ¿por qué tanta gente siente que “no hay trabajo”? La clave parece estar en la calidad del empleo, más que en la cantidad.
Desde la perspectiva de los trabajadores, conseguir un empleo registrado, con salario competitivo y estabilidad se ha vuelto cada vez más difícil. Y eso se refleja en la creciente informalidad, el avance del cuentapropismo y la dificultad de insertarse en rubros dinámicos sin formación específica.
Desde el lado de las empresas, también se perciben desafíos: alta carga impositiva, costos laborales, y baja previsibilidad macroeconómica desalientan la contratación formal.
Oportunidades y desafíos para el corto y mediano plazo
Para quienes diseñan políticas públicas o estrategias empresariales, entender esta dinámica es clave. Si bien hay sectores con potencial de crecimiento —como tecnología, agroindustria, logística y economía del conocimiento—, se necesita alinear la oferta y la demanda de habilidades, reducir los incentivos a la informalidad y mejorar la competitividad de las empresas para generar empleo sostenible.
En ese sentido, el rol de las consultoras es clave: ayudar a organizaciones a navegar un contexto laboral incierto, con estrategias de adaptación, selección de talento, formación interna y planificación del capital humano que no solo respondan a la coyuntura, sino que también piensen en el largo plazo.
¿Qué pueden hacer las empresas?
- Revisar estructuras y procesos de talento: detectar cuellos de botella y oportunidades de eficiencia.
- Invertir en capacitación interna, sobre todo en habilidades técnicas y digitales.
- Explorar nuevas modalidades de empleo, sin perder de vista la formalidad y los beneficios para el trabajador.
- Acompañarse de consultores especializados para adaptarse ágilmente al nuevo contexto.
Para que más personas puedan acceder a empleos de calidad, en el sector privado y bajo esquemas formales, no alcanza con que la economía crezca: es necesario también modernizar las instituciones laborales.
En los últimos años se lograron algunos avances parciales, como la eliminación de ciertas distorsiones que generaban incentivos perversos, entre ellas la multiplicación de indemnizaciones por despido en ciertos convenios o regímenes especiales. Sin embargo, aún persisten obstáculos estructurales que frenan la creación de empleo registrado.
Entre ellos se destacan:
- La centralización excesiva de los convenios colectivos, que impide adaptarlos a las realidades productivas de cada región o sector.
- Las altas cargas sociales y costos no salariales, que encarecen la formalización del empleo.
- La rigidez normativa frente a nuevas formas de trabajo como el freelance, el remoto o el trabajo por proyectos.
Sin un marco laboral más ágil, adaptable y equilibrado entre derechos y sostenibilidad, el mercado de trabajo seguirá expulsando a trabajadores hacia la informalidad o el autoempleo precario.
Fuente: LP CONSULTING