Con el horizonte electoral despejado y un Congreso reconfigurado desde el 10 de diciembre, el oficialismo ingresa en una fase de calibración delicada: busca sostener el crecimiento, continuar la desinflación y fortalecer las reservas, mientras negocia acuerdos clave para aprobar el Presupuesto 2026 y avanzar en reformas tributarias y laborales destinadas a reducir el costo argentino.
La política como variable macroeconómica: consensos, reglas y previsibilidad
El resultado electoral abrió una ventana de gobernabilidad que el Gobierno busca traducir en avances legislativos. La aprobación del Presupuesto 2026 y el tratamiento de reformas estructurales —tanto tributarias como laborales— se vuelven centrales para simplificar el marco regulatorio, reducir costos operativos y fortalecer la previsibilidad macroeconómica. En este escenario, la articulación con gobernadores y bloques legislativos será tan importante como el contenido técnico de las medidas: la secuenciación, el diálogo interjurisdiccional y la preservación de la institucionalidad son los elementos que permitirán anclar expectativas y evitar episodios de incertidumbre.
Una reforma tributaria que tienda hacia una estructura más simple y una modernización laboral orientada a reducir litigiosidad y costos no salariales aparecen como los pilares para mejorar la competitividad sin recurrir a instrumentos cambiarios.
Sintonía fina en la economía real: tasas más bajas y actividad heterogénea
Con la incertidumbre electoral despejada, el Gobierno aceleró la fase de “sintonía fina” de la política económica. La baja de tasas hacia niveles previos al desarme de las LEFIs persigue un doble objetivo:
1) aliviar el costo de refinanciación del Tesoro, reduciendo el peso de los intereses en el resultado fiscal;
2) reactivar la actividad, en un contexto donde los datos del tercer trimestre no muestran caída agregada, aunque sí rezagos significativos en algunos sectores.
Normalizar el costo del crédito es esencial para recomponer consumo, inversión y cadenas de pago tensadas tras el endurecimiento monetario. Este proceso se apoya en un marco financiero más favorable: el riesgo país cayó de 1.123 a 599 puntos básicos tras las elecciones, el nivel más bajo desde enero. Aprovechando este clima, empresas argentinas —principalmente de petróleo, gas y energía— emitieron 2.900 millones de dólares en deuda externa desde el 26 de octubre.
Evolución del Riesgo País
En puntos básicos

Fuente: LP CONSULTING en base a fuentes financieras
El delicado equilibrio nominal: desinflación, prudencia monetaria y demanda de dinero
El mayor desafío de la política monetaria es consolidar la baja de tasas sin afectar la estabilidad nominal que sostiene la desaceleración inflacionaria. En el corto plazo, la inflación mensual podría mantenerse por encima del 1%, pero la tendencia continuará descendente siempre que se recupere la demanda de dinero y se mantenga una emisión moderada.
Actualmente, la base monetaria equivale al 4,1% del PIB y el M2 al 8,5%, muy por debajo de los promedios históricos (7,7% y 12,9%, respectivamente). Una eventual remonetización —aún gradual— ampliaría la capacidad del Banco Central para comprar divisas sin necesidad de esterilizar la emisión resultante. Si la demanda de dinero retornara a valores históricos, el BCRA podría adquirir hasta 30.000 millones de dólares sin presionar precios ni tipo de cambio.
Agregados Monetarios en términos del PIB
En % del PIB

Fuente: LP CONSULTING en base a INDEC y BCRA
Pero ese proceso será paulatino. La acumulación de reservas deberá acompasarse con el ritmo de remonetización para evitar tensiones nominales.
Una ventana financiera favorable: capitales de corto plazo como puente hacia la cosecha
El resultado electoral también generó un giro en el flujo financiero. El ingreso de divisas por la cuenta financiera sirve hoy como puente hasta la llegada de la cosecha gruesa de 2025, permitiendo suavizar las necesidades de dólares transaccionales y facilitando un proceso más gradual de acumulación de reservas.
Si se mantienen las señales correctas en el plano político, es posible sostener una prima de riesgo más baja que permita mejorar el perfil de refinanciación del sector público, ampliar el acceso del sector privado al crédito externo y reforzar un círculo virtuoso de mayor inversión y recuperación de la demanda de dinero.
Perspectivas hacia 2026: reservas, crecimiento y vulnerabilidad externa
De consolidarse este marco, la entrada de capitales por la cuenta financiera permitiría recomponer reservas a un ritmo compatible con el crecimiento y la remonetización, sin generar fricciones sobre precios o tipo de cambio. Aunque la falta de reservas sigue siendo un punto crítico de vulnerabilidad ante shocks externos o domésticos, el actual entorno político y financiero configura una oportunidad para una estrategia gradual con mayor probabilidad de éxito.
Fuente: LP CONSULTING