Impulso

La película favorita de Christopher Nolan, y posiblemente la de muchos de los que amamos la ciencia ficción pura, es “2001: Odisea del Espacio”, film dirigido por Stanley Kubrick en 1968, y que a pesar de los años (salvo el hecho de que la humanidad aún no pudo llegar a tener una base en la Luna), tiene una vigencia estética que haría que cualquiera pensara que fue hecha hoy en día.

“Interestelar” es una suerte de homenaje de Nolan a “2001”, aunque no valen las comparaciones, porque Christopher buscó contar su propia historia, teniendo al trabajo de Kubrick simplemente como objeto de admiración.

El film, protagonizado por Matthew McConaughey, Anne Hathaway, John Lithgow, Casey Affleck y Michael Caine, más el brillante trabajo de la joven Mackenzie Foy (de sólo 14 años), es al mismo tiempo, profundo, meticuloso, emocional, extenso y por momentos confuso, tomando la palabra confusión tal como la describe la Real Academia Española (RAE): “Mezclar, fundir cosas diversas, de manera que no puedan reconocerse o distinguirse”.

En ocasiones, uno se detiene a pensar que hay demasiadas cosas puestas en escena, algunas que suceden demasiado rápido y otras con extrema lentitud. Pero más allá de eso, “Interestelar” es una gran película.

No suelo entrar en detalles sobre la trama porque lo mejor es llegar a la sala teniendo la menor cantidad de conocimientos sobre la misma. Pero en resumen, en la búsqueda de un nuevo planeta que sirva de hogar para los seres humanos, con una Tierra que está muriendo, McConaughey hace el papel de Cooper un piloto espacial que lidera una misión para encontrar ese cuerpo celeste.

La relación entre Cooper y su hija Murph (Foy) es uno de los núcleos de la trama. Desde el comienzo y hasta el final, juntos en la Tierra o a la distancia, el vínculo entre padre e hija, nunca deja de estar presente. “Quizás pasamos demasiado tiempo tratando de entender esto con teoría. El amor es lo único que trasciende tiempo y espacio”, le dice en un momento Brand (Hathaway), la compañera de misión de Cooper.

“Interestelar” nos trae un universo de cinco dimensiones, viajes por agujeros de gusano (distorsiones del espacio/tiempo), planetas por descubrir y una cada vez más notoria penetración de la Ley del Desdoblamiento del Tiempo en el séptimo arte. Son casi tres horas de entretenimiento, con una banda de sonido impecable de la mano de Hans Zimmer.

El film tiene también una característica particular. Varias veces repite parte de un poema del británico Dylan Thomas “Do not go gentle into the good night”.

“No entres dócilmente en esa noche quieta.

La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;

Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

“Interestelar” es un torbellino de mensajes sobre la lucha de la humanidad contra la agonía de la luz. El poema no deja de hacerme pensar en un cuento corto de Isaac Asimov llamado “La Última Pregunta”, en el que a lo largo del mismo se le consulta a una avanzada computadora si es “posible revertir la entropía”, o dicho de una forma más “coloquial”, si se puede evitar el final del universo. A lo largo de ese relato, la contestación se repite consistentemente: “Datos insuficientes para una respuesta específica”. Y mientras pasan los siglos y siglos y milenios en la búsqueda a ese interrogante, sólo cuándo la humanidad está al borde de la desaparición se encuentra la respuesta. Y en “Interestelar”, hallamos la nuestra.